No es lo que dices, es lo que haces

Escrito por el 7 noviembre, 2016

A los 52 años, edad en la que muchas mujeres compran la creencia de que están “grandes” y empiezan a acomodarse en el sillón de su casa, Madonna Buder rompió paradigmas y se inscribió en su primer triatlón, después de vivir una vida en el claustro junto a otras 38 monjas, las Hermanas de la Comunidad Cristiana, supeditada a la Iglesia Católica, en Spokane, Washington. Pero eso no es todo.

Hoy, a los 85 años de edad, ostenta el récord mundial de la persona con más edad que ha terminado no sólo un Ironman, sino ¡45! Además, es un ejemplo de actitud, de récords mundiales en las categorías de personas con entre 75 y 79 años y entre 80 y 84 años. Ella nos muestra que a su edad es posible correr 45 carreras Ironman y 325 triatlones, ¿por qué no? Una de sus frases es “Yo entreno religiosamente”.

Como sabrás, querido lector, esta carrera es la más dura y exigente del mundo, se realiza en un solo día. La atleta se ha roto varios huesos, corre con una placa de metal en la cadera y clavos en los dos codos. De ahí que Madonna Buder se haya ganado el título de La Monja de Hierro (The Iron Nun). “Yo sólo pongo un pie en frente del otro –comenta– aunque he tenido momentos oscuros allá afuera.”

El solo hecho de terminar dicha competencia es heroico incluso para una persona joven. Imagina: primero se nadan 3.9 km en mar abierto; enseguida se recorren en bicicleta 180 km y, por si fuera poco, se termina con un maratón completo de 42.2 km. Si bien el tiempo promedio de los competidores está entre 12 y 14 horas, esta monja, a los 75 años, hizo un minuto menos del máximo permitido, 16 horas con 59 minutos.

Pero siguió superándose.
Cuando tenía 79 años de edad, en 2009, redujo su propio tiempo y logró el Ironman en 16 horas con 54 minutos. Como ya no existía una categoría para personas con más edad, en 2012, Madonna, a los 82 años, logró que abrieran una nueva en el Ironman de Subaru Coast en Canadá, en la cual ¡también superó su propio récord! Su tiempo fue de 16 horas y 30 minutos.

¿No es increíble?

Media hora menos que diez años atrás.

Hoy a los 86 años de edad, poseedora de una piel envidiable, un cabello castaño claro con muy pocas canas y unos hermosos ojos azules, sigue entrenando y compitiendo a favor de diversas causas sociales. Ha decidido continuar con muchos triatlones más, así como con medios Ironman (la mitad de las distancias) debido a un accidente en bicicleta que le fracturó la pelvis.

“He aprendido grandes lecciones de vida en el camino, pero a las que me gustaría regresar para poder decírmelas a mis veintitantos años son: no es lo que dices, es lo que haces; no prestes atención a la edad que tienes, sólo concéntrate en la edad que sientes.”

También aconseja ser paciente: “Uno de mis peores enemigos es la paciencia y todavía trabajo en ella para ser capaz de detenerme y oler las rosas”, escribió en su libro Race for Grace, en el que narra su historia y cuenta cómo encontró su segunda vocación: el ejercicio extremo como medio para armonizar cuerpo, mente y corazón.

“Hay una voz interior o séptimo sentido a la que trato de estar atenta”, comenta. “Siempre corro en presencia de Dios, admirando Su Creación. Siempre hay algo que me invita a seguir.”


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