El estigma de la soledad
Escrito por Janito el 7 noviembre, 2016
La soledad tiene una carga de castigo o de estigma en quienes no han podido sustraerse a la ideología de la pareja y la familia, como las únicas estructuras válidas de realización personal. Nos tenemos y les tenemos lástima a quienes por decisión propia o por alguna circunstancia de la vida, viven solos largos periodos de su vida.
Dejamos de lado el papel esencial que juega la soledad para el trabajo creativo. Si siempre estamos acompañados o conversando con alguien, ¿cuándo hablaremos con nosotros, cuándo pensaremos sobre nuestros proyectos, cuándo seremos capaces de llevar adelante algo que sólo es nuestro y que no queremos compartir?
He visto a muchos fracasar en sus intentos de terminar un libro, una tesis, la remodelación de una casa, por terror a la soledad que requiere un proyecto personal. Los pacientes cuentan que el momento de meter la llave a la cerradura, abrir la puerta y no encontrar a nadie, puede ser una pesadilla de intranquilidad, sentimientos de indefensión y de no importarle a nadie en el mundo. Después de que amaina un poco el impacto de estar solos, recuerdan que tienen libros por leer, música que escuchar, cosas en que pensar, proyectos emocionantes por concretar y un extra que es la envidia de los que viven en compañía: sus reglas y su modo de vivir no debe ser explicado ni negociado con nadie.
Vivir sola y contenta es un arte, obstaculizado con frecuencia por las miradas de lástima que le damos a una mujer que entra sola a una restaurante porque tiene hambre. O cuando buscamos desesperados quién nos acompañe a una boda, porque ir solos nos parece miserable.
Aprender a estar disfrutablemente solos es una capacidad esencial para tener una vida plena; de lo contrario, siempre tendremos la duda de si la soledad no es producto de nuestra forma de ser, tan defectuosa, que nadie ha querido quedarse. No es novedad pero vale la pena recordar, que vivir en compañía no es garantía de felicidad ni de sentirse amado. Deben ser cientos de mujeres y hombres a los que he recibido en mi consultorio a lo largo de los años, que confiesan estar o haber estado en relaciones de mala calidad con alguien que ni siquiera les cae bien, con tal de no encontrarse con el silencio al llegar a casa.
El silencio puede ser hermoso, fascinante y necesario. Cuando dejamos de hablar o de escuchar, encontramos un vacío enorme, esencial para hacernos preguntas sobre nuestra identidad. Alguien que no tiene vida interior, es casi incapaz de conectarse a profundidad con los demás.
Martha Nussbaum nos invita a explorar la vida interior: “Ese paisaje aterrador y a veces extranjero”, que nos permite construir mejores relaciones, basadas en la libertad y no en la necesidad apremiante de que alguien nos confirme que existimos y somos importantes.