5 de los lugares más populares y tétricos de la ciudad de Mèxico
Escrito por Janito el 23 julio, 2012
Si eres una persona que nada le tiene miedo a nada, y cree que esas cosas de fantasmas y malas vibras son puro choro, puedes tomar esto como una guía cultural. Pero si eres miedosón y te espantas hasta viendo las pelis del Santo, esta nota es para ti.
Todos hemos escuchado muchas leyendas urbanas sobre casas embrujadas y espíritus malignos, pues aquí les tenemos una recopilación de 5 de los lugares más populares y tétricos de la ciudad para que se den una vuelta por ahí y comprueben si son reales o falsos.
¿Ustedes qué historias conocen?
Xochimilco es un lugar muy famoso entre la juventud chilanga, son pocos quienes no han subido a sus trajineras para tirar la fiesta a gusto e incluso, uno que otro a terminado ahogado (literal). Pero, fuera del mundo de las aguas locas, existe una pequeña isla que llama mucho la atención de quienes pasan por ahí, y no es por menos, digo quien pase junto a una isla decorada por decenas de muñecas viejas, todas tétricas y no reaccione, debe estar loco.
Esta peculiar isla fue habitada durante mucho tiempo por Julián Santa Ana Barrera. En su juventud, Julián fue un tipo muy retraído y rarito. No tenía muchos amigos y pasaba mucho tiempo solo. Un día, decidió empezar a juntar muñecas que iba encontrando por cualquier lugar, según el para que “le espantaran al espanto”. Todo esto porque, justo ahí una joven se ahogó y Julián decía que se lo quería llevar.
Era tanta la soledad de Julián que al pasar del tiempo, empezó a hablar con las muñecas e incluso pensó que le concedían milagros. A pesar de esto, él seguía su vida normalmente, hasta que un día se acercó a la orilla del río y empezó a cantar con el pretexto de que “una sirena se lo quería llevar”. No se sabe al 100 cuál fue la verdadera historia, pero ese día se ahogó en el mismo lugar donde había muerto aquella joven 50 años antes.
Este lugar se presta a miles de leyendas y cuentos de fanastamas, ya que durante la época del Porfiriato fue sede de miles de presos que habían llegado ahí injustamente. En esa cárcel pasaba de todo, pero neta de todo. Había torturas, peleas, asesinatos, promiscuidad, (la cárcel fue mixta hasta 1954), drogas, desnutrición de los reos, entre muchas otras situaciones inhumanas.
Cada celda medía 3.6 x 2.1 mts, con 4.2 mts de altura. Y hubo una época donde varios reos compartían la misma celda. Además, el nombre de “El Palacio Negro de Lecumberri” nació de las historias tétricas de los presos de ahí. Allí habitaron por mucho tiempo los asesinos más despiadados de la historia de México.
Gracias a este horrible pasado, es fácil imaginar que en Lecumberri deambulan fantasmas en pensa. De hecho, muchos de los trabajadores de este lugar que ahora es sede del Archivo General de la Nación han reportado apariciones y hechos rarísimos que no tienen explicación lógica.
Quizás la historia más famosa es la de Jacinto, un fantasma que se le apareció al intendente del turno nocturno. Mientras éste hacía el aseo habitual del lugar, escuchó que alguien respiraba a sus espaldas, cuando volteó observó a un hombre de aspecto muy demacrado que esperaba en una silla. El intendente, lleno de miedo, se acercó al hombre y le preguntó cómo había entrado y qué buscaba, a lo que el hombre contestó: “Otra vez no vino Amalia”…
Semanas después de este hecho, aquél hombre investigó en los archivos sobre el hombre que lo acechaba y descubrió que su nombre había sido Jacinto y que en su juicio, fue acusado por su esposa Amalia, quien le prometió que iría a visitarlo siempre que pudiera.
Amalia nunca fue a visitarlo.
Es una pequeña casa ubicada en la Colonia San Miguel Chapultepec. Cuenta la leyenda que Marco, un niño de 8 años, se atrevió a entrar sólo a la Moira “una antigua casa embrujada”. Dicen que subió las escaleras y en miedo de la oscuridad logró ver el cuerpo de un niño de su edad atado del cuello por una soga. Marco salió corriendo y contó su historia a los demás compañeros de su orfanato. Sin embargo, años después, Marco regresó y de manera inexplicable, fue encontrado colegado del techo en aquél lugar.
Ahora en esta construcción suelen hacer sesiones espiritistas donde, dicen, los curiosos pueden presenciar levitaciones en vivo y algunos otros hechos paranormales.
Esta leyenda tiene una ligera variación que no es de mucha importancia. Algunos dicen que el callejón del diablo está en el centro de la ciudad, otros que está ubicado entre el Colegio Simón Bolívar y la Universidad del mismo nombre. La verdad no importa, porque la historia es la misma.
Antes de ser el pequeño callejón que es hoy, durante la época colonial era un pasadizo rodeado de árboles y nadie se atrevía a pasar por ahí, ya que decían que aparecía el diablo. Pero como siempre, no faltó el que se creyó muy acá y quiso comprobar que la historia era falsa. Así, una noche recorrió el callejón y cuando iba por la mitad notó una sombra negra que parecía un hombre que estaba recargado en el árbol. Mientras más se acercaba, más miedo sentía. Hasta que estuvo a unos cuantos metros de la sombra, empezó a escuchar risas macabras y descubrió que aquella sombra no era de un hombre, sino de una figura diabólica. Dicen que empezó a sentir que la tierra se abría a sus pies. El valiente caballero se echó a correr por su vida y muchos afirman que se salvó de entrar a las fauces del infierno.
Otra de las leyendas de aquél callejón, es que un sujeto apodado “El Julio”, un criminal y vicioso fue brutalmente mutilado por castigo del diablo.
Cuenta la leyenda que en esta calle vivía un Don Juan Manuel, un hombre de mucho dinero que estaba casado con una bellísima mujer. A pesar de ello, Don Juan, no era feliz ya que nunca pudieron concebir un hijo. Aquél hombre se frustró tanto con esto que intentó separarse de su mujer e internarse en un convento Franciscano. Para esto, llamó a un sobrino para que se encargara de administrar sus negocios. Pronto empezó a imaginar que su esposa lo engañaba con su sobrino y se enfermó locamente de celos, a tal grado que hizo un pacto con el diablo para que le dijera con quién le engañaban. Lucifer, le dijo que para saber esto tendría que matar al primer hombre que cruzara por aquella calle a las 11 de la noche.
Así lo hizo Don Juan, noche tras noche. Hasta que la culpa lo comió y fue a la iglesia a confesar sus pecados, el padre al verlo tan preocupado, le dijo que tendría que rezar 3 días seguidos al pie de la horca para poder ser perdonado. La sorpresa fue que al tercer día aquél hombre virtuoso y adinerado, amaneció colgado en la horca.
Dicen que si pasas por ahí a las 11 de la noche y alguien te pregunta la hora, será el espíritu de Don Juan Manuel quien te responda: “Dichoso aquél que conoce la hora de su muerte”.