El Pozo de las Cadenas
Written by Janito on 5 marzo, 2012
Leyenda Urbana
Cuentan en Tecate, un
pueblo ubicado al final de la Rumorosa, que en tiempos de la revolución,
allá por 1910, vivía un matrimonio sin hijos, personas pacíficas y
trabajadoras. El señor cultivaba sus tierras, mientras su esposa se
hacía cargo de la casa. En ese entonces no había mucha gente en los
alrededores y los caminos eran sólo brechas secas que levantaban unas
tolvaneras que dejaban ciego a cualquiera.
Cierto día, unos hombres tenían mucha sed porque llevaban horas caminando bajo el sol que, antes como ahora, quemaba durísimo. Al ver al señor que trabajaba en su parcela, se acercaron.
— ¡buenas tardes! —saludaron.
— ¡buenas tardes! —Contestó el señor, dejando su labor y echándose aire con el sombrero—. ¿Qué les trae por acá?
—Las ganas de encontrar buena fortuna —respondió uno de los hombres.
—Vamos para Tijuana, ya atravesamos la rumorosa —dijo el otro.
—pues todavía les queda mucho camino.
—tenemos sed, ¿no tendrá un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.
— ¡qué caray!, me acabo de tomar el
último trago —respondió el campesino— pero si no tienen prisa, mi casa
está cerca y tengo un pozo.
—No, no tenemos prisa, vamos —dijeron los hombres.
El señor se apresuró a levantar sus
aparejos; estaba contento porque, como era raro que alguien pasara por
el lugar, la visita de gente era una novedad y se aprovechaba para saber
cosas de lejos. Así que sin desconfiar, llevó a los hombres hasta su
casa; al llegar les presentó a su esposa y éstos saludaron quitándose el
sombrero.
Los hombres bebieron toda el agua que
pudieron, comieron como si llevaran días sin probar alimento y
platicaron largo rato. La tarde iba cayendo, los coyotes comenzaban a
aullar, mientras la luna dejaba ver sus primeros rayos. Los hombres no
dieron muestras de marcharse, se veía que estaban a gusto. Entonces el
señor y su esposa, les prepararon un catre con ramas de cachanilla donde
dormir. Muy avanzada la noche, un grito se escuchó haciendo eco a lo
lejos…
Nadie sabe qué ocurrió, pero cuentan que
los extraños se pusieron de acuerdo para robarle al señor lo poco que
tenía, y como se resistiera lo amarraron con unas cadenas y lo echaron
al pozo. La luna fue la única testigo de aquel suceso; de su esposa, así
como de los hombres, no volvió a saberse nada.
Desde entonces, hay noches en que en el
pozo se oye mucho ruido. Quien lo ha oído, dice que el muerto logra
salir y arrastra sus cadenas mientras llora entristecido; dicen que vaga
en busca de su esposa desaparecida y de los desalmados que lo mataron.
La gente que pasa por ahí muy de mañana comenta que se pueden ver
claramente, alrededor del pozo, las huellas de unos pies encadenados.