¿Realmente las oraciones pueden sanar?
Escrito por Janito el 22 marzo, 2014
“¿Puedo poner mi mano en tu rostro?”, me pregunta Alun Leppitt.
Leppitt es pastor de una iglesia pentecostal en Southampton, Inglaterra. Es un hombre corpulento que trabaja como editor de video para pagar las cuentas, aunque su verdadera pasión es curar a la gente con el poder de la oración. Yo no estoy enfermo, sólo sufro de una úlcera bucal molesta, pero él está dispuesto a hacerla desaparecer.
“Ordenamos que esta úlcera en la boca se vaya en el nombre de Jesús”, dice con la palma en mi mejilla. “Ordenamos que cualquier dolor, infección o trauma desaparezca”.
No quiero decepcionar a Leppitt, pero no siento ninguna diferencia. Intenta dos veces más y no hay cambios.
En todo caso, las úlceras bucales no son importantes para él, pues no le interesan los pequeños efectos psicosomáticos. Con su esposa Donna me cuentan de una mujer que tuvo un hijo a pesar de haberse sometido a una histerectomía y de personas con cáncer avanzado que de repente se mejoran después de rezar.
Alun y Donna Leppitt son miembros de una comunidad de cristianos evangélicos llamada Global Awaking.
Ian Andrew, otro sanador, me habla de una mujer que obtuvo un nuevo corazón gracias a la oración.
-Literalmente, ¿un nuevo corazón?
-Sí.
-¿Y qué le pasó al anterior?
-Fue reemplazado.
Estas afirmaciones son inverosímiles en todos los sentidos. Pero en el mundo de la sanidad pentecostal nadie se preocupa por eso. De hecho, mientras más imposible sea el milagro (usan el término sin ninguna vergüenza), mejor, porque la difusión del mensaje es más efectiva.
Efecto placebo
Curas milagrosas
El proceso de convertir a alguien en santo se llama canonización. En la Iglesia católica, al menos dos milagros deben ser atribuidos al candidato a santo.
En 1986, a la hematóloga atea Jacalyn Duffin se le pidió analizar algunas muestras de médula ósea de un paciente con leucemia agresiva.
Ella pensó que el paciente había muerto y que su experiencia estaba siendo utilizada para presentar una demanda contra un médico o un hospital. No tenía idea de sus investigaciones le ayudarían al Vaticano a canonizar a la primera santa nacida en Canadá: Marguerite d’Youville.
Alun y Donna Leppitt son miembros de una comunidad mundial de cristianos evangélicos llamada Global Awakening. En países como Mozambique y Brasil, los misionarios suman devotos a su religión con despliegues espectaculares que prometen sanar con oración.
Según ellos, en las grandes reuniones que realizan al aire libre son capaces de curar la ceguera y la sordera, entre otras discapacidades.
Ha habido intentos de medir el efecto de la oración.
Una profesora de estudios religiosos, Candy Gunther Brown, hizo una investigación en Mozambique en la que utilizó un audiómetro portátil y encontró que había una diferencia entre la capacidad de oír antes y después de las oraciones. Lo que no se supo es si la mejoría perduraba, pues los aldeanos generalmente desaparecen en la noche tras una sesión de oración. De modo que todo podría tratarse de un efecto placebo: del poder de la sugestión en lugar del de la oración.
Saber o no saber
Si se quisiera medir si la oración cura por sí sola, sin el poder de la sugestión, habría que asegurarse de que la persona enferma no sepa que hay otros orando por su mejoría.
Los resultados de las investigaciones que se han hecho en hospitales no son concluyentes.
En 1988, Randolph Byrd hizo un experimento con pacientes enfermos del corazón en el Hospital General de San Francisco. Se oró por uno de los dos grupos y a ese le fue mejor. Los críticos, sin embargo, señalaron que pudo ser una casualidad y se mostraron escépticos frente a la metodología.
Cuando, en otro estudio, se le comunicó a un grupo de pacientes del corazón que había gente rezando por ellos, empeoraron en lugar de mejorar. Presuntamente porque les preocupaba que se recurría a Dios era porque las cosas estaban muy mal.
Por otro lado, un estudio publicado en el Journal of Reproductive Medicine parecía mostrar que las mujeres que reciben tratamiento de fertilidad eran más propensas a concebir si alguien oraba por ellas. El resultado era llamativo pero luego resultó que uno de los tres autores del documento negó haber tenido algo que ver con el experimento y otro era un parapsicólogo que fue encarcelado por fraude financiero. De modo que el documento fue retirado de la página web de la revista.
Cuando existen estudios contradictorios como estos, los investigadores suelen hacer un metaanálisis en el que combinan todos los estudios en un intento por obtener una imagen más clara.
Los académicos que conforman la Cochrane Collaboration se especializan en el metaanálisis y hace unos años revisaron estudios sobre el poder de la oración.
La autora principal del metaanálisis fue Leanne Roberts, que en ese momento era administradora del grupo, aunque planeaba convertirse en vicaria y ahora es tesorera de la catedral de Southwark, en Londres. Roberts no halló ningún efecto claro de la oración, pero no estaba dispuesta a afirmar que era médicamente inútil.
La sanación no lo es todo
Para los creyentes, nada de esto es importante. A ellos no les interesan los pequeños efectos con significado estadístico; quieren milagros grandes y llamativos. Y la sanación no lo es todo. Los miembros de Global Awakening también dicen que en su boca han aparecido milagrosamente dientes de oro, que gemas preciosas se han materializado en las sesiones de oración y que incluso han presenciado resurrecciones.
Tyler Johnson dirige un ministerio llamado Dead Raising Team (el equipo que resucita a los muertos) en Estados Unidos. Él asegura que le ha devuelto la vida a varias personas. Incluso afirma que convenció a las autoridades para que le emitieran una identificación oficial que le permitiera tener acceso a los lugares donde han ocurrido accidentes automovilísticos.
Johnson aparece en un documental llamado “Deadraisers”, que sigue a los entusiastas a hospitales y morgues mientras tratan de resucitar muertos. Las víctimas, sin embargo, permanecen inmutables.
Orar no parece curar, pero los fieles no se dan por vencidos.
Johnson se muestra renuente a ofrecer ejemplos de casos exitosos. Y, en general, la evidencia que los creyentes citan es poco convincente. Por ejemplo, hay un cardiólogo estadounidense que supuestamente trajo de vuelta a la vida con la oración a un paciente que sufrió de un ataque al corazón. Pero como también usó un desfibrilador, para otros médicos la historia no tiene nada de especial.
Alun y Donna tampoco han tenido éxito con la resurección. El año pasado, el hermano de Donna murió de un ataque al corazón. En el momento en que llegaron a la morgue, llevaba ocho horas muerto. Oraron por él durante casi una hora y, aunque en un momento creyeron ver que se movía, no consiguieron nada más.
¿Eso los desanima? “No, en absoluto”, dice Alun. “La práctica hace al maestro”, añade Donna. “En este país, usualmente no tenemos acceso a los cadáveres”.
Se necesita mucho para sacudir la fe de Alun y Donna. El propio Alun tiene problemas médicos graves. Fue diagnosticado con colitis ulcerosa cuando tenía 20 años, fue sometido a una cirugía mayor, tuvo complicaciones y ahora está en una lista de espera para una ileostomía.
Él necesita un milagro. Pero hasta el momento, a pesar de la oración, aún no ha llegado.