José Emilio Pacheco, el escritor de la memoria crítica y lo cotidiano

Written by on 27 enero, 2014

El día que recibió el Premio Cervantes 2009, la máxima distinción para un escritor de la lengua española, el José Emilio Pacheco recordó el momento en que descubrió “otra realidad llamada ficción”, y el poder de las palabras para evocar sensaciones.

Una mañana de 1947, cuando tenía 8 años de edad, José Emilio, quien falleció este domingo a los 74 años, asistió al Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, para observar una adaptación musicalizada de El Quijote de la Mancha, dirigida por Salvador Novo.

Según contó el poeta, aquel espectáculo le reveló que la lengua en que nació “puede ser para quien sepa emplearla algo semejante a la música del espectáculo, los colores de la  ropa y de las casas que iluminan el escenario”.

Desde ese instante, y durante casi siete décadas, José Emilio Pacheco siguió bregando en “el territorio de la Mancha”- como lo definió su amigo, el novelista Carlos Fuentes-, explorando con sus letras los géneros de la lírica, la narrativa, la traducción y el periodismo.

“Mi objetivo en la vida y en la literatura es tratar dentro de mis limitaciones de escribir lo mejor posible. Todas mis ambiciones –no soy una blanca paloma, tengo ambiciones también– están dentro de la literatura. Tengo una ambición muy clara, que es una locura, casi como querer ser famoso o poderoso, y es la de querer escribir bien”, mencionó el escritor en una entrevista con su amiga, la periodista Elena Poniatowska, que publicó el diario La Jornada en junio de 2009.

Su primer libro de poemas, Los elementos de la noche, fue publicado en 1963. En los versos minimalistas del ganador del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009), reunidos en más de 20 títulos, el mosaico de protagonistas incluye elementos como los mosquitos, el circo, una piedra, el mar y la nieve.

“La gota es un modelo de concisión: todo el universo encerrado en una gota de agua”, mencionó José Emilio Pacheco en uno de tantos poemas donde examinó a la naturaleza, a lo cotidiano, al tiempo y a la poesía misma.

“A mí sólo me importa / el testimonio / del momento que pasa / las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo / La poesía que busco / es como un diario / en donde no hay proyecto ni medida”, escribió el autor que solía usar siempre gafas de montura negra, y aparecer sonriente en las fotografías, en el poema A quien pueda interesar.

Poeta y traductor

La devoción de Pacheco por las palabras no se centró en sus propios textos. El escritor trabajó en la antología Poesía en Movimiento, donde junto a Octavio Paz, Alí Chumacero y Homero Aridjis, reunió lo mejor del arte poético mexicano del siglo XX.

Además realizó una extensa labor como traductor en cerca de 20 títulos, de autores como Oscar Wilde, Hans Christian Andersen, Samuel Beckett y Lewis Carroll.

En la compilación Tarde o temprano (2000), se encuentran los poemas que escribió y re-escribió desde 1958 a 1999. “Soy un horror para los editores”, dijo en una ocasión, porque solía corregir sus poemas ya publicados, en su afán de encontrar la sonoridad y el sentido adecuados.

En su narrativa, el ganador del Premio Nacional de Ciencias Artes en el campo de la lingüística y la literatura (1992) retrató desde una perspectiva crítica el México que conoció en su infancia y en su adolescencia, en la década de 1950.

“No hay nostalgia en mis textos: hay memoria. La nostalgia es ladisneylización del pasado y yo siempre trato de verlo desde un ángulo crítico”, respondió Pacheco en una entrevista digital con lectores del diario El País, en el 2010.

Las batallas en el desierto (1981), novela corta en la que Pacheco cuenta la historia de Carlos, un joven de la colonia Roma, en el Distrito Federal, que se enamora de la madre de su mejor amigo, se convirtió en una de las lecturas más comunes entre los estudiantes mexicanos.

Pacheco dijo en octubre en 2011, cuando recibió el Premio Alfonso Reyes en el Colegio de México (Colmex), que Las batallas en el desiertoya no le pertenecían, porque ese texto se lo habían apropiado los lectores, y sobre todo las lectoras.

El relato, que explora temas como el cambio social en México, la inocencia perdida y el despertar sexual, inspiró una canción del grupo de rock mexicano Café Tacvba, Las Batallas, y la película Mariana Mariana(1987), dirigida por Alberto Isaac, y con guión de Vicente Leñero.

Con El Principio del Placer (1972), un libro que incluye seis cuentos y una novela corta, Pacheco obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia 1972.  En su bibliografía narrativa también están los títulos El viento distante (1963), Morirás lejos (1967), y Tarde de agosto (1992).

“Un niño bueno”

La pluma de José Emilio Pacheco se involucró en el ámbito periodístico con la columna Inventario, que publicó en la revista Proceso –de la que fue fundador- y en el diario Excélsior.

Su curiosidad intelectual también lo llevó a participar en el cine. Trabajó con Arturo Ripstein en el guión de la cinta El castillo de la pureza (1972), un clásico de la filmografía mexicana de los años 70.

En entrevistas con diferentes medios, la escritora Elena Poniatowska describió al autor del poema Alta traición como un hombre cálido y generoso, que hacía accesible la poesía.

“Los jóvenes lo quieren porque es un poeta con vocación de servicio. Después de conocerlo desde hace 50 años he comprobado que su humildad y modestia son verdaderos. Desde el fondo del alma, José Emilio es un niño bueno”, dijo Poniatowska en un homenaje a José Emilio Pacheco en el Palacio de Bellas Artes, en el 2009.

El autor del libro de poemas No me preguntes cómo pasa el tiempo(1964-1968), José Emilio Pacheco Berny, nació en la Ciudad de México el 30 de junio de 1939. Pasó su infancia y su adolescencia entre el Distrito Federal y el estado de Veracruz, según el Ministerio de Cultura de España.

Estudió en las facultades de Derecho y de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En 1957 comenzó a colaborar en la revista Estaciones, junto a Carlos Monsiváis y Sergio Pitol. El narrador Juan José Arreola publicó en 1958 los primeros cuentos de Pacheco, La sangre de Medusa.

A la par de la creación literaria, José Emilio Pacheco se desempeñó como profesor en universidades de Estados Unidos, Canadá e Inglaterra.

“José Emilio Pacheco es todo lo que siempre quiso ser: un escritor fiel a su disciplina, su capacidad de renovación y sus obsesiones que siempre se adelantan a las obsesiones de todos nosotros”, mencionó Carlos Monsiváis en un ensayo que publicó la revista Nexos, en junio del 2009.


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