Extranjeros al grito de guerra
Escrito por Janito el 20 noviembre, 2011
Jacobo Harootian, Ivar
Thord-Gray, Lester P. Barlow, José Garibaldi, entre otros, llegaron al
país e hicieron suyas las causas de la Revolución. Aquí, sus historias
FOTO DERECHA REVOLUCIONARIOS.
Jacobo Harootian, el primero sentado a la derecha, junto al General
Victoriano Huerta y al General de División Juan Andreu Almazán (Foto: CORTESÍA CARLOS ANTARAMIÁN )
El liberal español Francisco Javier Mina, los irlandeses del batallón
de San Patricio, los soldados afroestadounidenses que apoyaron a Benito
Juárez, los belgas que acompañaron a Maximiliano. La presencia de
extranjeros en las distintas batallas desarrolladas en México fue común.
Pero, a decir de los historiadores, la Revolución Mexicana fue una
especie de “época de oro” para mercenarios, militares y “ciudadanos del
mundo”, que, atraídos por la recompensa o por ser simpatizantes,
llegaron para sumergirse en la vorágine revolucionaria.
Ex militares, mercenarios, pilotos, periodistas, diplomáticos, la
historia de cada uno de estos personajes deja ver que el movimiento
armado se desarrolló gracias a la participación de un sinnúmero de
protagonistas.
Por sus tácticas y experiencias en batallas extranjeras, destaca la participación de ex militares.
Figura entre estos José Peppino Garibaldi, nieto del famoso héroe
italiano Giuseppe Garibaldi, quien a su llegada a México, en 1911, se
incorporó a las fuerzas maderistas. El militar, cuya participación en
varios combates en el estado de Chihuahua -entre ellos la primera Toma
de Ciudad Juárez-, le valió el grado de General, fue un fiel seguidor
del “Apóstol de la Democracia”.
“Garibaldi acompaña a Madero después de la renuncia de Porfirio Díaz y
a mediados de junio se va a Nueva York para hacer propaganda maderista
entre la comunidad italiana de esa ciudad, después vuelve al país, pero
siempre está a favor de los revolucionarios”, comenta Georgette José
Valenzuela, historiadora de la UNAM.
Pese a su audacia, la participación de Garibaldi en el movimiento era
vista con desdén, pues consideraban que era algo injusto y hasta
pernicioso. “No lo quería Pascual Orozco ni Pancho Villa porque
consideraban que era innecesaria la participación extranjera, ni en el
movimiento que derrocó a Díaz ni en los que después se dan para luchar
contra Orozco”, dice la historiadora.
De Siria a México
Entre las filas maderistas participó también Jacobo Harootian, un ex militar armenio afincado en EU.
Nacido en Alepo, comunidad armenia en el norte de Siria, Harootian
llega a EU para “hacer la América” y se enlista en el ejército, relata
el historiador Carlos Antaramián, quien actualmente realiza una
biografía y un documental sobre este personaje.
Tras su participación en las fuerzas armadas estadounidenses,
Harootian llega a México y se enlista en el Ejército Mexicano como
Oficial de Sanidad.
Este armenio, que vivió en Zumpango del Río, en el estado de
Guerrero, cuya casa hoy ocupa el Ayuntamiento de ese municipio
guerrerense, participó en la Batalla de Zacatecas junto al general de
división Luis Medina Barrón como jefe principal y tenía a su mando casi
dos mil hombres.
El historiador de El Colegio de Michoacán (Colmich) comenta que
gracias a la experiencia militar de Jacobo Harootian se logró la toma de
la Plaza de Iguala en mayo de 1911, un episodio clave para el triunfo
de las fuerzas maderistas en esa región.
“Sabemos que era militar, educado en Estados Unidos y aquí muchos de
los generales no tenían idea de lo que era el ejército, su experiencia
militar fue su carta de presentación”, destaca Antaramián, quien ha
seguido los pasos de este armenio-mexicano hasta la República
Dominicana, donde Harootian murió tras huir de México, al ser
considerado traidor a la patria por sumarse a las tropas de Victoriano
Huerta.
Un poco más aventurera fue la experiencia de Ivar Thord-Gray, un
sueco que participó entre las filas de Pancho Villa. Mercenario al
servicio de Estados Unidos, Thord-Gray llegó incluso a escribir un
diccionario inglés-tarahumara en el que manifiesta su simpatía por la
cultura de ese pueblo indígena.
La historia de Thord-Gray, quien combatió al lado del Centauro del
Norte durante los primeros años de la convulsión social, es recogida por
el historiador Adolfo Arrioja Vizcaíno en el libro El sueco que se fue
con Pancho Villa. De acuerdo con Arrioja Vizcaíno, este “soldado de
fortuna” se enroló en las guerras de su tiempo por el simple gusto de
participar en la actividad militar, ya que él no tenía una ideología y
sólo le interesaba “el arte de la guerra”.
Sobre el arte de la guerra, especialmente sobre los explosivos,
entendía muy bien el estadounidense Lester P. Barlow, un piloto militar e
inventor de explosivos que adaptó y equipó un tren para el transporte y
mantenimiento de los aeroplanos de la Flotilla Aérea de la División del
Norte.
Tras la ruptura entre las facciones revolucionarias que se opusieron a
Victoriano Huerta, Barlow fue nombrado Jefe de Operaciones del segundo
Cuerpo Aéreo Villista, creado en 1915 para combatir a Venustiano
Carranza y compuesto por pilotos extranjeros.
Ciudadanos del mundo
Destacable fue también la participación de aquellos periodistas e
intelectuales que con sus escritos dejaron testimonio de la gesta
revolucionaria.
Estos personajes, comenta la historiadora Georgette José Valenzuela,
eran como una especie de “ciudadanos del mundo” porque se dejaban llevar
por todo lo que estaba pasando en ese momento. Así como lo hizo David
Alfaro Siqueiros, al participar en la Guerra Civil Española, tomando las
armas en contra del franquismo.
“Son como ciudadanos del mundo en ese entonces, se interesan por la
lucha antiimperialista, por la lucha en beneficio de las mayorías,
recordemos que hay todo un caldo de cultivo que es toda la elaboración
de libros y cimientos, previos al movimiento armado”, comenta la
historiadora.
Considerado un denunciante de la miseria y explotación laboral que se
vivía en el país, el periodista estadounidense John Kenneth Turner fue
un combatiente en la Revolución Mexicana, no sólo con sus textos, sino
también con dinero y armas. El joven reportero, colaborador del
periódico Los Angeles Express y autor del libro México Bárbaro, apoyó el
movimiento revolucionario a través de la fracción magonista, otorgando
dinero para comprar armas.
Destacable es también la participación de James Creelman, periodista
estadounidense que entrevistó en 1908 a Porfirio Díaz, y cuyos
testimonios recogidos para la Pearson’s Magazine son considerados un
relevante acontecimiento para el inicio del movimiento.
De la misma profesión, John Reed llegó a México como corresponsal de
guerra del Metropólitan Magazine, donde sus entrevistas y reportajes
sobre la Revolución tuvieron un gran éxito.
Reed acompañó a al jefe guerrillero Pancho Villa en sus ataques por
el norte del país, convivió con los soldados, conoció al presidente
Venustiano Carranza, y todas sus impresiones sobre la Revolución
Mexicana las recogió en el libro México insurgente.
Otro de los personajes destacables, no tanto por su participación
directa, sino por los datos y la visión que ofrece a través de sus
diarios, es Edith O’Shaughnessy, esposa del diplomático estadounidense
Nelson O’Shaughnessy, quien escribió el libro La esposa de un
diplomático en México.
Importantes o no, las acciones de cada uno de estos personajes forman
parte del gran mosaico de actores que dieron vida a este acontecimiento
histórico del que este mes festejamos 101 años.