Entender el narcisismo

Escrito por el 7 noviembre, 2016

Muchos de quienes trabajamos en salud mental, hemos vuelto del narcisismo un monstruo abominable, que hay que destruir para que las personas vivan mejor. Quizá lo pensamos desde la convicción esencialista de que la capacidad para intimar es la mayor expresión de desarrollo emocional, el antídoto para todo sufrimiento.

Cuánta capacidad tiene una persona de cuidar y de preocuparse por los demás, es uno de los elementos para diagnosticar rasgos narcisistas, pero no debe dejarse a un lado el sesgo del terapeuta, que tiene ideas preconcebidas – teóricas y por historia de vida – sobre a qué deberían aspirar los otros, qué deberían valorar, qué intercambios habrían de sostener.

Como cuando algún paciente habla con notable frialdad de las relaciones con sus padres y hermanos y me dice no necesitarlos. Confiesa incluso que cualquier contacto con ellos es producto de la culpa, que apacigua con una llamada o con una visita de dos horas, pero que no significan nada en su mundo interior.

En el planeta de las obviedades, la terapeuta debería insistir en que se acerque a ellos, porque es lo recomendable desde la teoría: hacer la paz con sus padres, dejar de odiar a los hermanos. Pero desde la perspectiva de lo irrepetible de las personas, habría que comprender el camino que ha recorrido el paciente, hasta convertirse en un hombre centrado en sí mismo, que escapa de situaciones que en lugar de ser nutritivas, se vuelven atmósferas asfixiantes que le recuerdan partes de sí mismo que quiere olvidar.

Todos tenemos rasgos narcisistas en mayor o menor medida, traducidos como una huida al mundo interior, para protegernos de la dependencia. Es común entender las relaciones desde dos polos narcisistas: atrapamiento en la dependencia o necesidad de escapar de ella.

Según Laplanche, el narcisista huye, sin saberlo, de los mensajes “enigmáticos y traumatizantes” que le fueron comunicados inconscientemente por sus padres y además sostiene que siempre estamos “traduciendo una traducción” por lo que no hay significados estandarizados, sino que siempre son construidos. Porqué los padres dijeron o hicieron una cosa u otra, no tiene una respuesta universal; solo es posible construir narrativas coherentes para quien se hace la pregunta.

A veces o casi siempre, los terapeutas tratamos de enseñarle al paciente que está evitando algo central para la vida: aprender a depender, enfrentar el conflicto, moderar el sentido de grandiosidad personal, dejar de escapar de sí mismo; sin embargo, el paciente a veces no coincide con nuestras ideas sobre lo esencial y quiere algo distinto. El narcisista o quien atraviesa por un estado mental narcisista, cree que el infierno es necesitar a los otros y necesitar lo llena de preocupación.

Adam Phillips nos explica: “enseñar los beneficios de necesitar y ser necesitado, es nuestro mito de redención secular”. He visto caras y miradas de asombro e incomprensión cuando he transmitido el mito. La realidad de muchos y muchas es que no son aptos para la cercanía o tuvieron o tienen relaciones de frialdad o agresión con su padre o madre y no ven porqué es conveniente cambiar. Más que decirle a los pacientes lo que deberían querer, según nuestros estándares de salud, podríamos ayudarlos a hacer traducciones de los mensajes traumatizantes que los volvieron fundamentalistas de sí mismos, convencidos de que no necesitan ni quieren necesitar a nadie.

El narcisismo puede ser una condición dolorosa porque se opone al crecimiento: a romper la fantasía de la omnipotencia para enfrentar la realidad.

Hay autores que hablan de la “opción narcisista”, como una elección surgida: como respuesta fóbica, para huir de la destructividad proyectada adentro y afuera (el mundo, yo y los otros, son malos y peligrosos) y como respuesta al trauma (para manejar privaciones ambientales, insultos, órdenes militares).

El mejor indicador de que los rasgos narcisistas están haciendo daño, es el sentimiento de no tener la vida que se quiere y de odiar todas las relaciones por igual. El tratamiento deberá enfocarse en ayudar al paciente a reconstruir la historia de su yo, a comprender porqué la necesidad de los otros es vivida como una tiranía y en evitar imponer ideas sobre lo que es valioso en la vida. El narcisismo es un escudo y un arma que ha de ser entendido, sin intentar la rápida conversión del paciente a la religión del amor a los demás.


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